¿Cómo me vas a
explicar,
di, la dicha de
esta tarde,si no sabemos porqué
fue, ni cómo, ni de qué
ha sido,
si es pura dicha de nada?
En nuestros ojos
visiones,
visiones y no
miradas,no percibían tamaños,
datos, colores, distancias.
De tan desprendidamente
como estaba yo y
me estabas mirando, más que mirando,
mis miradas te soñaban,
y me soñaban las tuyas.
Palabras sueltas,
palabras,
deleite en
incoherencias,no eran ya signo de cosas,
eran voces puras, voces
de su servir olvidadas.
¡Cómo vagaron sin
rumbo,
y sin torpeza las
caricias!
Largos goces
iniciados,
caricias no
terminadas,como si aun no se supiera
en qué lugar de los cuerpos
el acariciar se acaba,
y anduviéramos buscándolo,
en lento encanto, sin ansia.
Las manos, no era
tocar
lo que hacían en
nosotros,era descubrir; los tactos
nuestros cuerpos inventaban,
allí en plena luz, tan claros
como en la plena tiniebla,
en donde sólo ellos pueden
ver los cuerpos,
con las ardorosas palmas.
Y de estas nadas
se ha ido
fabricando,
indestructible,nuestra dicha, nuestro amor,
nuestra tarde.
Por eso no fue
nada,
sé que esta noche
reclinas lo mismo que una mejilla
sobre este blancor de plumas
-almohada que ha sido alas-
tu ser, tu memoria, todo,
y que todo te descansa,
sobre una tarde de dos,
que no es nada, nada, nada.
(Pedro Salinas)